¿Recordar u olvidar? – un ensayo basado en Funes el Memorioso de Jorge Luis Borges

La memoria sirve para olvidar. Los recuerdos del pasado los distorsionamos con las intenciones que les damos desde el presente. Jorge Luis Borges en su cuento Funes el Memorioso, decía que Funes al recordar, había dejado de pensar. Para recordar, se requiere reflejar el pensamiento; un proceso muy parecido al que se da cuando creamos palabras que en la escritura reflejan la solidaridad del pensamiento. Esto es lo que Roland Barthes sugiere en su ensayo crítico, El Grado cero de la escritura. Dice que la función de la escritura ya no es sólo comunicar o expresar, sino imponer un pensamiento.

Tratando de entrelazar el cuento de Borges con el ensayo de Barthes, tendríamos que empezar simplificando. El entendimiento de todo problema empieza con el análisis, desmembrando todas sus partes integrantes comenzando desde su origen. Ahora, ¿Qué es la memoria? La Real Academia Española, en su décima novena edición, la describe como la potencia del alma por medio de la cual se retiene y se recuerda lo pasado. Científicamente, se ha identificado que la unidad básica de la memoria se codifica en el DNA de las neuronas en lo que se conoce como un “mem.” Nosotros al guardar y retener recuerdos los desintegramos. Científicos han demostrado que los recuerdos se guardan en diferentes partes del cerebro, por ejemplo, al recordar un rostro el “mem” del ojo puede encontrarse en un lugar separado al recuerdo de la voz, o de la boca. Es la conciencia la que los vuelve a integrar al recordar la imagen. Sin embargo, los sentimientos que relacionamos con las imágenes que recordamos, no necesariamente son del pasado, los podemos reasignar de acuerdo a las necesidades o los vacíos del presente, quizá justificando hechos del pasado. Éste proceso es similar al que describe Barthes en su ensayo al tratar de describir cómo se crea el lenguaje. Dice que el lenguaje literario sin historia no existe, y el lenguaje moderno lo describe desarticulado de la realidad, solamente reflejando lo que el receptor desea escuchar.

Siguiendo con nuestra analogía de la memoria, se pudiera decir que la escritura literaria integra la forma con el estilo y el significado de los hechos para crear una historia. Por otro lado, Borges encarna este proceso en un muchacho de callejón de diez y nueve años, Ireneo Funes. Él sufre del síndrome de hipermnesia donde la realidad se vive a través de la memoria, como consecuencia de un accidente que tuvo. Primero perdió el conocimiento y luego, al recobrarlo, puede recordar toda memoria con preciso detalle, a pesar de su antigüedad. Lo recuerda todo, y cada percepción que tiene es para él, una característica única e inolvidable. Lo curioso es que al recordar, deja de vivir. Jorge Luis Borges lo resume diciendo que “recordar es dejar de pensar.” Por otro lado, cuando Barthes trata de describir un pensamiento como el de “Libertad,” se siente impotente pues la escritura es “sólo un momento, y como momento, jamás podrá describir a la Libertad en su totalidad.” Dice que la escritura se vuelve un “gesto significativo del escritor que apenas rosa con la idea original.” En síntesis, recordar nos roba del presente, y la escritura moderna nos roba del significado original.

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John Locke, “el filósofo de la Libertad” postuló (y reprobó) un idioma imposible en el que cada cosa individual, cada piedra, cada pájaro y cada rama tuviera un nombre propio; Funes creó un idioma similar basado en un sistema de numeración, que utilizó como alfabeto de la memoria. Representaba todo lo que percibía con cifras. Lo desechó por parecerle demasiado general y ambiguo, pues en efecto no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. La tarea era interminable e inútil pues a la hora de su muerte, no habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de su niñez. Aquella última noche cuando el narrador de la historia, se encontró con Irineo antes de regresar a su hogar, descubrió la maravilla de las palabras. Funes había encontrado en su libro Naturalis Historia la articulación entre las palabras y las ideas. Pasaron toda la noche juntos recordando y evocando imágenes visuales con las que reconstruían el pasado. Porfin entendió la maravilla de poder vincular un sentimiento, con un recuerdo y una palabra. Fue ahí cuando descartó a los números como alfabeto. Ésta maravilla de la recreación simbólica de ideas a través de las palabras, la describe Roland Barthes como la utopía del lenguaje. Dice que el ideal se compenetra con las imágenes (imaginación) en el momento que se verbaliza.

Desgraciadamente, en la actualidad se ha perdido la capacidad de, por un lado reasignar un significado a una memoria para revalorar el presente, y por el otro, re-presentar una idea en palabras. La modernidad ha aplanado y alienado a las masas en una uniformidad que no valora las “diferencias” entre las cosas, que son lo que hacen lo único, lo especial y lo irrepetible. Borges decía que, “recordar es olvidar las diferencias; es generalizar y abstraer.” Barthes dice que la literatura moderna carece de significado y que solamente se publica para agradar a las masas.

¿Será que para reinventarnos necesitamos olvidar?

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Tania Dorantes

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